“Los únicos antídotos contra la estupidez y la barbarie son la educación y la cultura”
Arturo Pérez-Reverte Z El hombre, como ser social, siempre ha sentido la necesidad de comunicarse; por ello, surgen las lenguas y los textos escritos. Así, la escritura acompaña al ser humano, evolucionando en su técnica e instrumentos.
Para llevar a cabo el arte de la escritura son necesarios: un soporte, un instrumento para escribir y, en algunas ocasiones, la tinta.
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El primer soporte utilizado fue el barro cocido en Mesopotamia: sobre una tablilla se grababa la escritura cuneiforme con un artefacto de metal o madera
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En Egipto se utilizaba el papiro escribiendo con el cálamo
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En la Roma Antigua se escribía sobre láminas de metal (plomo y bronce, principalmente) usando un punzón de punta metálica; en piedra (mármol, granito o pizarra) con un cincel; y en tablillas de cera con un estilo o punzón
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Desde la Edad Media la escritura se fijó en el pergamino, como soporte alternativo al papiro, usando un cálamo o una pluma de ave
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En China se inventó el papel (s. II) utilizando como instrumento de escritura originariamente la pluma de ave, sobre todo de ganso
Si se usa un cálamo, una pluma o un pincel es imprescindible la tinta (“sustancia más o menos viscosa, que se adhiere a un soporte a través de un instrumento”).
Se compone de:
— Pigmento (natural o artificial) que sirve para dar color y cuerpo
— Aglutinante para unir los componentes, dar viscosidad y para que la tinta no se quede muy líquida ni se diluya en agua
— Mordiente para que se adhiera al soporte
— Componentes complementarios (espesantes, humectantes, odorantes, abrillantadores, penetrantes o colorantes) que no siempre se usan y que dan lugar a diferentes tipos de tintas.
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En Egipto la escritura jeroglífica se conseguía mediante el uso de la tinta negra antigua (negro de humo). Se basaba en un pigmento de origen vegetal creado a partir del carbón o madera quemada, mezclado con goma arábiga, lo que daba lugar a una pasta secada al sol y rehidratada en un tintero para su uso.
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Algo parecido es la “tinta china”: inventada en el siglo XVII a.C., se formaba a partir de una mezcla de hollín o negro de humo (producido al quemar madera de pino), aceite de lámpara, gelatina animal y almizcle.
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Durante la Edad Media se usaron en papiros y pergaminos tinta metaloácidas: son de origen orgánico, resistentes al agua y de color oscuro. Están compuestas de taninos, sal de hierro, goma arábiga y agua.
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Con la invención de la imprenta en 1440 por el alemán Johannes Gutenberg se empezó a usar las tintas de base oleosa en lugar de las de base acuosa usadas hasta el momento.
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Hoy día se usan las tintas sintéticas en impresoras, bolígrafos o estilográficas. La base de dichas tintas es una mezcla de aceites y resinas. En el caso concreto de las impresoras los ingredientes básicos son los colorantes, aglutinantes, disolventes y excipientes.
