Margaret Hamilton fue una de las programadoras clave en el desarrollo del software que llevó (y trajo) a los primeros seres humanos a la luna. Es una de las pioneras en el campo de la ingeniería de software y su trabajo sentó las bases del diseño de software ultraconfiable.
En 1959, a los 23 años, comenzó a trabajar en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), trabajó para el Proyecto Sage Philco-Ford, donde usó radares para seguir trayectorias de aeronaves desconocidas. Trabajó para ganar experiencia de primera mano en una época donde las ciencias computacionales y la ingeniería de software no existían ni como disciplinas, ni como cursos universitarios. Fue allí donde Hamilton aprendió a programar y hasta acabó diseñando un minisistema operativo.
En 1963 vio una oferta de trabajo que cambiaría su vida: se buscaban programadores para… ¡diseñar el software para los cohetes que llevarían a los primeros seres humanos a la luna! Se convertía en la primera persona contratada para programar los ordenadores de la misiones Apolo.
Uno de sus mayores logros durante la dirección del desarrollo del sistema operativo para las misiones Apolo fue el sistema de excepciones y carga asincrónica de tareas que jugó un papel crucial momentos antes del alunizaje de la misión Apolo 11.
El compromiso de Hamilton con la detección y prevención de errores llevó a que su código fuera muy robusto. La hizo destacar y fue escalando rápidamente en posiciones. En solo dos años pasó de programadora junior a programadora jefe del software de navegación del ordenador de a bordo de los Apolo.
Desde su estancia en el MIT, Margaret Hamilton siempre trató de dar legitimidad al software que su equipo y ella desarrollaban, para que tanto el proyecto como quienes colaboraban, gozaran del debido respeto. Por eso, comenzó a llamar «ingeniería del software» a todo lo que hacían, con la intención de que fuera reconocido como un tipo de ingeniería y, al mismo tiempo, como una disciplina propia.
Hoy en día se considera que su trabajo y el de su equipo fue crucial para el desarrollo de esta disciplina. En 2003 recibió un premio especial de la NASA por sus contribuciones.
Hamilton seguiría trabajando en distintas misiones de la NASA, como la primera estación espacial estadounidense (Skylab) o el transbordador espacial, hasta 1976. Después decidió centrarse más en el desarrollo de tecnología de forma independiente y fue co-fundadora de una compañía. También fue autora de varias publicaciones científicas sobre computación. Desarrolló un nuevo lenguaje de programación, que Hamilton considera “una forma completamente distinta de pensar sobre software y sistemas”. En 1986 decidió tener aún mayor independencia y fundar su propia empresa: “Hamilton Technologies”. En 1986 recibió su primer premio, el Augusta Ada Lovelace, concedido por la Asociación de Mujeres en Computación. Afortunadamente fue el primero de muchos, especialmente en los últimos años. En 2016 recibió la condecoración más prestigiosa de Estados Unidos, la Medalla Presidencial de la Libertad.
Algunos de sus curiosos premios fueron en 2017, cuando fue la protagonista del cuento «Margaret and the Moon» y cuando LEGO la incluyó en el set de «Mujeres de la NASA». Un honor este último, solo al alcance de personajes tan populares como Batman y Superman.